Algunas ideas: a propósito de Satyagraha

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Ayer en la tarde asistí a la transmisión que hizo Cine Colombia de Satyagraha, una de las 3 operas biográficas compuestas por Philip Glass y debo confesar que es la primera vez que veo una ópera "en vivo", por llamarlo de alguna manera, ya que aunque la transmisión efectivamente se hacía en tiempo real, la verdadera experiencia hubiera sido estar en la Opera Metropolitana de Nueva York. La experiencia fue sublime e increíble.

Puedo recordar varios momentos maravillosos, como en el que escuché por primera vez la suave y dulce voz de Philip Glass hablando de la manera en que había estructurado la Opera con sus tres actos principales. El momento en que aparece Krishna, resplandeciente con su característico color azul, en el capo de justicia de Kuru, o en el final del acto III en el que Gandhi (Richard Croft), se acerca al podio en el que Martin Luther King Jr. está pronunciando un discurso, mientras aquel canta un fragmento sobre las diferentes reencarnaciones de Visnú que nos hace pensar sobre la conexión entre uno y otro personaje. 

Sin embargo, más allá de la hermosa escenografía, el talento de cada uno de los cantantes o los nervios de Eric Owen haciendo la transmisión en vivo, puedo rescatar una reflexión a la que llegué en un largo tren de pensamientos, por cuenta de una anécdota de mi madre, quien me acompañó a la función: "Yo tengo una cajita llena de programas de cuando el Festival Internacional de la Cultura de Boyacá iniciaba. Tu tía y yo asistíamos a las funciones de ópera y de las diferentes orquestas sinfónicas y corales y le pedíamos un autógrafo a todos los artistas que podíamos". 

Mi madre, sin quererlo me había inducido a pensar que Tunja, ha tenido siempre el potencial  de ser verdaderamente culta, más allá de lo noble o hidalga que uno pueda considerarla. Esa semana de la cultura, dedicada a mostrar como espectáculos centrales a algunos artistas vernáculos (labor que es también es necesaria en una comunidad que tiende a despreciar y a veces renegar de sus raíces y sus propias expresiones culturales), podría alimentarse del montaje de ciertas obras contemporáneas del calibre de Satyagraha en cuyo reparto artistas locales podrían hacer impecables representaciones. Incluso Tunja podría ser la un escenario alterno a Bogotá en el que los hijos de tantas escuelas de música que existen en la capital, pudieran aportarnos su experiencia, riqueza y recorrido. Podría ser un oasis de cultura alejada de la estruendosa y agitada vida bogotana.

La visión de Tunja como una ciudad cultural no es un proyecto utópico, ni debe ser solamente un recuerdo de proyectos como el ICBA. No puede depender de la expectativa de financiación del Estado, sino que debe ser un proyecto liderado por las licenciaturas de Bellas Artes y Música de la UPTC, acompañado por boyacenses acaudalados  que contribuyan con la UPTC en una labor activa de consecución de mecenas y patrones provenientes del sector privado, siguiendo el modelo de las grandes instituciones de la cultura como la Opera Metropolitana de Nueva York en la que la financiación se busca por la propia institución y no depende del favor o lista de prioridades del Estado.

Extiendo una cordial invitación a los habitantes de la meseta a ser conscientes de que solo edificamos futuro en la medida en que seamos capaces de soñar nosotros mismos la ciudad en la que deseamos vivir en el futuro, porque esa ciudad legendaria de nobleza e hidalguía que heredamos del siglo XIX no es más que un recuerdo borroso que para ser renovado necesita de empeño, disciplina y constancia. Se trata de dejar de preguntarnos que puede hacer Tunja por nosotros y comenzar a preguntarnos qué vamos a hacer nosotros por ella.

Feliz domingo.

Soundtrack: Satyagraha: Acto I- Tolstoy. Escena I. Opera de Philip Glass

Sancho quijotizado: ideas para una Tunja en el siglo XXI

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En días recientes El Espectador, publicó un artículo acerca del que fuera el esplendor de la noble, culta e hidalga ciudad de Tunja en los primeros años de su fundación. Esa ciudad engalanada con los heraldos de importantes caballeros, capital de un territorio que se extendía hasta el mar, que de sus antiguos territorios salieron próceres y presidentes, ese toro de lidia que parece dibujarse cuando se observa en un mapa, se encuentra secuestrada por electores ingenuos. Tal como los aborígenes muiscas de los siglos XVI y XVII, cambian su oro (su capacidad de dirigir el destino de la ciudad) por espejos prometidos por la dirigencia regional que no ha sido capaz de darle un viraje de progreso a la capital. El potencial de Tunja, como ciudad valiosa para la economía departamental, es inimaginable y me atrevería a decir que muchas de las características de la ciudad que suelen verse como sus debilidades, son muy por el contrario, sus más grandes fortalezas.

Hace poco leí un fragmento de la obra "El pensamiento colombiano del siglo XIX" de Jaime Jaramillo Uribe y a pesar de que se ocupaba de describir de los motivos de la decadencia del imperio español, sentía una lectura perfectamente adecuable a los motivos de decadencia de la pequeña Tunja, la que vive de los heraldos, de tener la plaza de armas más grande del continente, aquella que se enorgullece de ser propietaria de la única casa de un fundador hispánico todavía en pie, de ser el hogar del primer colegio público que se fundara en la República de Colombia (Gran Colombia) por el General Francisco de Paula Santander.

Las razones del atraso, tanto de Tunja como de Boyacá, son varias. Se puede afirmar que siempre ha existido pereza por producir riquezas en la región, pereza que ha sido amparada sigilosamente en la cercanía con Bogotá, que es ostensible el desinterés por ofrecer calidad en la enseñanza de las instituciones educativas que ella alberga, que hay un escaso sentido de empresa en sus habitantes, todo esto aunado al escaso desarrollo de medios de comunicación de todo tipo (prensa, radio, televisión) y sistemas de transporte de mercancías y personas a lo largo y ancho del territorio y el más grande de los pecados la imposibilidad que hemos tenido de aprender a auto-financiarnos sin depender de las transferencias del gobierno central. En la pugna entre El Quijote y el homo oeconomicus tanto Tunja, como el Departamento se han quedado con la hidalguía y no se han preocupado por la riqueza y la modernización.

Algunos aportes





Hay retos y necesidades a las que la administración de una ciudad de nuestros días debe responder, desde una óptica particularista en materia de políticas públicas y no desde el mero transplante de iniciativas que han sido exitosas en otros lugares sin analizar los impactos específicos que tendrá en el entorno que pretende implementarse. El ejemplo que primero me viene a la cabeza, es el de Transmilenio. Hoy en día la iniciativa se ha replicado en Bucaramanga, Pereira y Cali, bajo el supuesto que  el modelo bogotano había sido un éxito. Sin embargo, una década después, los problemas de este sistema de transporte, son más que evidentes. Transmilenio no ha dejado nunca de ser una solución tibia para una Bogotá que en pleno 2011 afronta una crisis en su transporte y movilidad. Decirlo suena tan obvio y redundante que siempre habrá la tentación de pensar que no hace falta recordarlo, que es evidente.

El experimento de mirar hacia otros lugares no es del todo inválido, pero lo más relevante a la hora de identificar el éxito de las iniciativas foráneas es encontrar ese punto en común de todas las que han sido exitosas: su planeación de acuerdo a las necesidades locales. Esta afirmación, que también posa de retórica y obvia, ha sido tan "evidente" que se pasa como un capítulo menor en el gran esquema de los proyectos. A veces la planeación peca por no asimilar todas las necesidades de los ciudadanos.

Una de las primeras cosas que debe estar en la mente de los próximos alcaldes de la ciudad, es que Tunja no es una metrópolis y no necesita aspirar a ser una gran ciudad en términos área construida, sino en términos de distribución equitativa de la riqueza, de generación de riqueza y por encima de todo, de producción y avance tecnológico. La gran fortaleza de nuestra ciudad, que muchos no suelen tener en cuenta es que al ser tan pocos, nos resulta más fácil coordinarnos para procurar el progreso de los diferentes sectores de la ciudad. Es más fácil distribuir el trabajo. Además de ello, si en lugar de cultura de empleados, la sociedad lograr cambiar al paradigma de la cultura de emprendedores, la llave que se podría hacer entre la investigación y la empresa podría generar excelentes resultados, pero claro, los mismos dependen también del compromiso de los educadores y la directivas de las universidades, con la búsqueda de recursos diferentes a los que gira el gobierno central.

Este tipo de progreso, en el que la ciudad aprecia y utiliza para su escaso tamaño para su propia ventaja la han logrado ciudades como Washington D.C. ó Boston en los Estados Unidos. Y en especial esta última merece toda nuestra atención, porque durante su vida republicana al igual que en el caso de Tunja, la ciudad contaba dentro de sus habitantes con influyente y muy ricos ciudadanos, pero a diferencia de nosotros, ellos organizaron su riqueza en actividades productivas dentro del estado de Massachussets y hoy son un importante centro de poder y cultura en la costa oriental de los Estados Unidos. Es cierto que a diferencia de ellos no tenemos salida al mar y también es cierto que a diferencia de ellos no vivimos en una república federal, pero dentro de las cuentas que podemos rendirle a las generaciones venideras las personas que ahora tenemos a cargo la dirección de la ciudad, es que fue precisamente esta, la generación nacida en los 80 del siglo XX la que le enseñó a Tunja a enorgullecerse de sus glorias pretéritas y un futuro de abundancia y prosperidad.

Se reciben comentarios. Especialmente, se recibe palo y correcciones de ortografía. Buen día.

Pics:
Frontis II de Boyacense 2.0

Algunas reflexiones íntimas

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La noche del día que escribí la última entrada en este post, llegaba de tomarme unas cervezas con un mujer a la que deseé por bastante tiempo. Poco después acepté el hecho de que el interés no era mutuo y que debía avanzar. Esa misma noche hice un informe para Ricardo Abello, sentí una gran nostalgia leyendo varios de los documentos de los que él me había proporcionado para ese informe y también descargué mi ira por la nostalgia de un amigo perdido. Esa misma noche me dí cuenta de que acababa de restarle un día completo a mi estudio del Derecho Administrativo, lo cual eventualmente trajo sus adversas consecuencias. 

También esa noche entre mis tweets, empecé a sentir un gran cariño por una mujer que eventualmente se convertiría en mi novia. Estaba a pocas semanas de viajar a los Estados Unidos con quien fuera mi novia en la época y quien había sido mi compañera incondicional desde hacía mucho tiempo. Sin embargo, como si se tratara de la historia de Harold Crick ahora veo todo en perspectiva y casi puedo escuchar la voz de Emma Thompson diciendo estas palabras, con su suave y adorable acento británico: "little did he know that this simple, seemingly innocuous act would result in his imminent death".

Aquel viaje a los Estados Unidos, el último de aquellos al menos en algún tiempo, era un evento de cierre, un cataclismo que tal vez sigo viviendo pero en el que la vida de muchos ha tomado rumbos diferentes. Algunos muy cerca de mí otros un poco más lejos. Otros que no dieron la talla. A todos se les quiere y a algunos muy especiales se les extraña más que al resto y es porque en todo caso, el giro de 180° que está dando mi vida, que en algunos casos requirió la distancia de quienes eran un obstáculo en mis legítimas ambiciones o la mía de aquellos para quienes yo era un obstáculo en las suyas, requiere que no distraiga más mi mente en los inmediatistas impulsos de una juventud que aunque sigue ahí entre mis manos, ya me ha ensañado que lleva años escapándose por entre mis dedos.  

Esa sensación de transición me ha hecho plantearme algunas cuestiones como por ejemplo que el sentido ético y crítico de las propias acciones además de existir, no puede dejar pasar inadvertidos la multiplicidad de intereses que nos circundan y las personas que en virtud de los mismos muchas veces nos ven solo como instrumentos. 

Así mismo, he llegado a la conclusión de que el acto de compartirse con los demás no puede ser un acto sin reservas, sino que por el contrario, debe ser administrado como un privilegio al que solo quienes realmente son capaces de querernos y entendernos pueden acceder. Aprender a administrar la intimidad para lograr un perfil común, resulta fácil de confundir con el abandono de las ambiciones propias. Y sin embargo no abandonar las ambiciones propias requiere también un aprendizaje de cómo seleccionar las ambiciones útiles en pro de la auto preservación. Generalmente la vanidad se interpone entre nosotros y nuestras más preciadas metas haciéndonos creer que el prestigio, el reconocimiento y la popularidad son apenas medios para alcanzar nuestros propósitos, cuando en realidad son prisiones invisibles que muy pocos han logrado superar. 

Las cuestiones de la planeación, la disciplina y la voluntad resultan también centrales. He visto que es posible hacer las cosas pero solo si se tiene una enorme disciplina compañera inescindible de la voluntad y que cuando se acompañan de visión de corto, mediano y largo plazo se logran resultados magníficos, como el que alcancé el pasado 24 de octubre después de 4 intentos fallidos. 

Finalmente aprendí que hay veces que es mejor asumir las cosas no importa cuánto pesar nos puedan producir, porque no asumirlas puede ocasionar graves daños a las personas que realmente queremos y terminarán pensando que no nos importan, cuando la realidad es precisamente la opuesta. 

No pretendo dar lecciones de ética ni nada por el estilo, pero debo confesar que estas cuestiones que incluso para mí resultaban de perogrullo han adquirido importancia práctica inusitada. Es aquí y ahora, cuando he sido compelido a asumir las riendas de mi futuro para no volverlo uno lamentable, que decidí compartirles algunos de mis pensamientos tal vez en uno de mis últimos actos de vanidad o en uno de simple comunicación. En todo caso muchas gracias a las personas que me han ayudado a ver todas estas cosas.

Feliz domingo.