Sancho quijotizado: ideas para una Tunja en el siglo XXI




En días recientes El Espectador, publicó un artículo acerca del que fuera el esplendor de la noble, culta e hidalga ciudad de Tunja en los primeros años de su fundación. Esa ciudad engalanada con los heraldos de importantes caballeros, capital de un territorio que se extendía hasta el mar, que de sus antiguos territorios salieron próceres y presidentes, ese toro de lidia que parece dibujarse cuando se observa en un mapa, se encuentra secuestrada por electores ingenuos. Tal como los aborígenes muiscas de los siglos XVI y XVII, cambian su oro (su capacidad de dirigir el destino de la ciudad) por espejos prometidos por la dirigencia regional que no ha sido capaz de darle un viraje de progreso a la capital. El potencial de Tunja, como ciudad valiosa para la economía departamental, es inimaginable y me atrevería a decir que muchas de las características de la ciudad que suelen verse como sus debilidades, son muy por el contrario, sus más grandes fortalezas.

Hace poco leí un fragmento de la obra "El pensamiento colombiano del siglo XIX" de Jaime Jaramillo Uribe y a pesar de que se ocupaba de describir de los motivos de la decadencia del imperio español, sentía una lectura perfectamente adecuable a los motivos de decadencia de la pequeña Tunja, la que vive de los heraldos, de tener la plaza de armas más grande del continente, aquella que se enorgullece de ser propietaria de la única casa de un fundador hispánico todavía en pie, de ser el hogar del primer colegio público que se fundara en la República de Colombia (Gran Colombia) por el General Francisco de Paula Santander.

Las razones del atraso, tanto de Tunja como de Boyacá, son varias. Se puede afirmar que siempre ha existido pereza por producir riquezas en la región, pereza que ha sido amparada sigilosamente en la cercanía con Bogotá, que es ostensible el desinterés por ofrecer calidad en la enseñanza de las instituciones educativas que ella alberga, que hay un escaso sentido de empresa en sus habitantes, todo esto aunado al escaso desarrollo de medios de comunicación de todo tipo (prensa, radio, televisión) y sistemas de transporte de mercancías y personas a lo largo y ancho del territorio y el más grande de los pecados la imposibilidad que hemos tenido de aprender a auto-financiarnos sin depender de las transferencias del gobierno central. En la pugna entre El Quijote y el homo oeconomicus tanto Tunja, como el Departamento se han quedado con la hidalguía y no se han preocupado por la riqueza y la modernización.

Algunos aportes





Hay retos y necesidades a las que la administración de una ciudad de nuestros días debe responder, desde una óptica particularista en materia de políticas públicas y no desde el mero transplante de iniciativas que han sido exitosas en otros lugares sin analizar los impactos específicos que tendrá en el entorno que pretende implementarse. El ejemplo que primero me viene a la cabeza, es el de Transmilenio. Hoy en día la iniciativa se ha replicado en Bucaramanga, Pereira y Cali, bajo el supuesto que  el modelo bogotano había sido un éxito. Sin embargo, una década después, los problemas de este sistema de transporte, son más que evidentes. Transmilenio no ha dejado nunca de ser una solución tibia para una Bogotá que en pleno 2011 afronta una crisis en su transporte y movilidad. Decirlo suena tan obvio y redundante que siempre habrá la tentación de pensar que no hace falta recordarlo, que es evidente.

El experimento de mirar hacia otros lugares no es del todo inválido, pero lo más relevante a la hora de identificar el éxito de las iniciativas foráneas es encontrar ese punto en común de todas las que han sido exitosas: su planeación de acuerdo a las necesidades locales. Esta afirmación, que también posa de retórica y obvia, ha sido tan "evidente" que se pasa como un capítulo menor en el gran esquema de los proyectos. A veces la planeación peca por no asimilar todas las necesidades de los ciudadanos.

Una de las primeras cosas que debe estar en la mente de los próximos alcaldes de la ciudad, es que Tunja no es una metrópolis y no necesita aspirar a ser una gran ciudad en términos área construida, sino en términos de distribución equitativa de la riqueza, de generación de riqueza y por encima de todo, de producción y avance tecnológico. La gran fortaleza de nuestra ciudad, que muchos no suelen tener en cuenta es que al ser tan pocos, nos resulta más fácil coordinarnos para procurar el progreso de los diferentes sectores de la ciudad. Es más fácil distribuir el trabajo. Además de ello, si en lugar de cultura de empleados, la sociedad lograr cambiar al paradigma de la cultura de emprendedores, la llave que se podría hacer entre la investigación y la empresa podría generar excelentes resultados, pero claro, los mismos dependen también del compromiso de los educadores y la directivas de las universidades, con la búsqueda de recursos diferentes a los que gira el gobierno central.

Este tipo de progreso, en el que la ciudad aprecia y utiliza para su escaso tamaño para su propia ventaja la han logrado ciudades como Washington D.C. ó Boston en los Estados Unidos. Y en especial esta última merece toda nuestra atención, porque durante su vida republicana al igual que en el caso de Tunja, la ciudad contaba dentro de sus habitantes con influyente y muy ricos ciudadanos, pero a diferencia de nosotros, ellos organizaron su riqueza en actividades productivas dentro del estado de Massachussets y hoy son un importante centro de poder y cultura en la costa oriental de los Estados Unidos. Es cierto que a diferencia de ellos no tenemos salida al mar y también es cierto que a diferencia de ellos no vivimos en una república federal, pero dentro de las cuentas que podemos rendirle a las generaciones venideras las personas que ahora tenemos a cargo la dirección de la ciudad, es que fue precisamente esta, la generación nacida en los 80 del siglo XX la que le enseñó a Tunja a enorgullecerse de sus glorias pretéritas y un futuro de abundancia y prosperidad.

Se reciben comentarios. Especialmente, se recibe palo y correcciones de ortografía. Buen día.

Pics:
Frontis II de Boyacense 2.0

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