Un escape que pase inadvertido

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Sonrisa y ojos café que de alegría inundaron mi corazón,
Son ahora distantes e inquisidores para mi desazón.
Promesas y esperanzas que nuevamente en las frías tinieblas desaparecen
Porque al parecer nuestro amor y empeño tus mejores galas ya no merecen

Del amor y las caricias solamente el cadáver queda
Porque al cerrar los ojos de lo único que me doy cuenta
Es que al final solo fuiste otro invento de mi cabeza
Que nunca puede anticipar lo efímero con certeza

No hay despedida que valga la pena
Si al final no genera una pizca de tristeza
Pero si tu insensible voz con desdén me despide
Un acto de magia negra haré cuando decida irme

Un escape que pase inadvertido
Sin aviso y sin aparente motivo
Otra puerta que dolorosamente
Se desvanecerá en el inclemente olvido.

Pic: Smoke Hand - Unknown artist
Soundtrack: Menomena - Flour


Diatriba de amor contra un hombre sentado

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Valiéndome del título de la obra de teatro de García Márquez, quiero formular un reclamo en nombre de Tunja, mujer profundamente herida, porque su esposo –la dirigencia local – nunca le presta atención y la ha condenado a años de sufrimientos por sus interminables omisiones.

Dicen los gurús de las relaciones sentimentales, que el elemento central de una relación es la comunicación. Y a veces a las parejas se les olvida que a pesar de que los reclamos puedan ser airados, groseros y hasta impertinentes, no son sino el reflejo de un marcado descontento con la negligencia de quien se supone ha escogido a su compañera para amarla, respetarla, acompañarla en la dificultad y ayudarle a superarla como socios que son en esa gran empresa que representa su relación.

Son conocidas las molestias que en los políticos de Tunja se han generado por cuenta de la labor de sus críticos, que solo tienen el afán de ser la conciencia de la ciudad ante la resignación de sus ciudadanos frente a la ineficiencia de sus representantes en el poder. Pero se les olvida que el quid del asunto no está en el disentimiento, no radica en que se haga, sino en lo que significa.

Al escoger su profesión, los políticos en una sociedad democrática aceptan el robusto escrutinio del público y la crítica, ya que sus actividades salen del dominio de la esfera privada para insertarse en la esfera del debate público. Este umbral no se asienta en la calidad del sujeto, sino en el interés público de las actividades que realiza. Y es que el control democrático a través de la opinión pública fomenta la transparencia de las actividades estatales y promueve la responsabilidad de los funcionarios sobre su gestión pública. De ahí la mayor tolerancia que se debe dar a las afirmaciones y apreciaciones vertidas por los ciudadanos en ejercicio de dicho control democrático. Tales son las demandas del pluralismo propio de una sociedad democrática, que requiere la mayor circulación de informes y opiniones sobre asuntos de interés público.

No lo digo yo, lo dijo la Corte Europea de Derechos Humanos en el caso Lingens vs. Austria y en el caso Grupo de Medios Ucraniano vs. Ucrania y más recientemente la Corte Interamericana de Derechos Humanos en los casos Kimmel y Fontevecchia y D’Amico, ambos contra la Argentina.

Dicho esto, la invitación es para el mal esposo que debe aprender a escuchar y corregir los errores que comete con su adorada compañera e incluso, dada esta particular relación, debe reparar el daño que amores anteriores le hicieron soportar y de otro lado para que la pasiva ciudadanía capitalina no se olvide de sus más básicos derechos. Hace años que existe el divorcio y si otrora pudimos liberar a un pueblo, seguramente podemos recordarle a nuestros representantes en el poder, que no nos gobiernan por derecho propio, sino porque nosotros se lo hemos permitido.  

Salud, intimidad e interés público

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“Ante todo, la intimidad del paciente” enseña María Patricia Castaño de Restrepo en sus clases de la Especialización en Derecho Médico-Sanitario de la Universidad del Rosario. La vehemencia con la que ésta reconocida abogada antioqueña aborda la materia es tal, que uno se ve tentado a pensar en estricto derecho que la salud de los pacientes, es un problema solo de ellos, eventualmente sus familiares y de nadie más. Pero como ella misma dice, la solución depende de los casos en particular. Sin embargo el estado de salud de algunos mandatarios del nivel territorial y especialmente la del Vicepresidente Angelino Garzón, ha generado interrogantes acerca de si el público debe o no conocer este tipo de información. 

Hasta la fecha, no he tenido la oportunidad de charlar con ella sobre este tema, pero quisiera abordar la problemática desde mi propio conocimiento sobre todo aportando algunos elementos en esa tensión entre el derecho a la intimidad de los políticos y la libertad de informar sobre temas de interés público, establecidos por los tribunales internacionales de Derechos Humanos.

Desde la perspectiva del Derecho Médico, la Declaración de la Asociación Médica Mundial sobre las consideraciones éticas de las bases de datos de salud señala que el derecho a la privacidad permite a las personas controlar el uso y la difusión de la información recopilada sobre ellas y que la privacidad de la información personal sobre la salud del paciente está protegida por el deber de confidencialidad del médico, regla que podemos encontrar igualmente en las Declaraciones de Lisboa, Ginebra y Helsinki de esta misma organización.

Según el consenso interno de esa ONG internacional, la confidencialidad es la base de la práctica médica y es esencial para mantener la confianza y la integridad de la relación médico-paciente pues al saber que su privacidad será respetada, el paciente se siente libre de compartir información personal sensible con su médico. Estas reglas aparecen también consignadas en el artículo 74 de nuestra Constitución y en la ley 23 de 1981 relativa a la ética médica. 

Sin embargo, en casos de libertad de información y de expresión como Fontevecchia y D’Amico vs. Argentina o Lingens vs. Austria se ha dicho que los políticos en una sociedad democrática, al escoger su profesión, aceptan el robusto escrutinio del público y la posible crítica, ya que sus actividades salen del dominio de la esfera privada para insertarse en la esfera del debate público. Este umbral no se asienta en la calidad del sujeto, sino en el interés público de las actividades que realiza.

Según las Cortes Europea e Interamericana de Derechos Humanos, el control democrático a través de la opinión pública fomenta la transparencia de las actividades estatales y promueve la responsabilidad de los funcionarios sobre su gestión pública. De ahí la mayor tolerancia que se debe dar a las afirmaciones y apreciaciones vertidas por los ciudadanos en ejercicio de dicho control. Tales son las demandas del pluralismo propio de una sociedad democrática, que requiere la mayor circulación de informes y opiniones sobre asuntos de interés público.

Una interpretación estricta de estos enunciados haría pensar que es de interés público conocer todos los pormenores de salud de los funcionarios estatales y sin embargo las primeras preguntas que se advierten son ¿Es posible escrutar a todos los funcionarios de igual manera a la hora de revelar su información íntima en materia médica? ¿Solo aquellos de elección popular? ¿Qué criterio debemos utilizar para definirlos? ¿Deben ser reveladas todas las enfermedades que aquejan a dichos funcionarios?

Este último interrogante es el que más inquietudes me genera. Supongamos que un político ha sido infectado con el Virus de Inmunodeficiencia Humana y desarrolla el síndrome consecuente. Nadie discute que se trata de una delicada situación de salud, pero es ostensible la dificultad que representa saber si esta patología debe ser conocida por el público.

Recientemente, el Senador Juan Lozano radicó el Proyecto de Ley 196/12 de Senado según cual Presidente, Vicepresidente, Ministros, Directores de Departamentos Administrativos, Gobernadores, Alcaldes, el Comandante General de las Fuerzas Militares, el Jefe del Estado Mayor Conjunto, el Comandante del Ejército, el Comandante de la Armada, el Comandante de la Fuerza Aérea y el Director General de la Policía Nacional deberán realizarse un examen de manera anual, con un médico de su E.P.S. y en caso que se evidencien enfermedades neurodegenerativas, desórdenes cognitivos, trastornos mentales o impedimentos físicos severos deben ser removidos de su cargo.

Aparentemente el proyecto da una respuesta satisfactoria a la problemática enunciada y sin embargo quedan algunas vetas abiertas que por cuenta del lenguaje ambiguo, pueden prestarse para abusos o arbitrariedades. Resulta incómodo, por ejemplo, que sea el Senado, órgano político por excelencia, quien decida en varios de los casos declarar la ausencia temporal o permanente de altos funcionarios del gobierno nacional. Así mismo, no es claro qué debe entenderse por “impedimentos físicos severos” ni cuál va a ser la fuente para determinarlos ¿Acaso será el Manual Único para la Calificación de la Invalidez?

La buena fe, parece indicar que la respuesta es evidente, sin embargo, esta es una materia que debe ser regulada con bastante sigilo. De un lado, debe tramitarse como una Ley Estatutaria en tanto estamos hablando de una restricción a los derechos humanos de ciudadanos colombianos, quienes no pierden su calidad como tales por su condición de prosélitos y de otro, con procedimientos más estrictos, que involucren a las tres ramas del poder público y que sean más detallados que los señalados en el proyecto de ley, para evitar todos los abusos.

No se trata solamente de generar tranquilidad en la administración pública, sino de que esos controles verdaderamente aboguen por el interés general de los ciudadanos y la democracia. 

Imagen tomada de semana.com

Carta de amor a un poeta maldito

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Poeta maldito que vives de tus tristezas y tus miedos ¿No te has dado cuenta de que hasta tú te has cansado de tanto sentir?

De los días que se te escapan llorando por lo que perdiste y de los días que inviertes en huír de la realidad y de esos otros que inviertes en fumar tus cigarrillos frente a esa casa endemoniada ¿Cuántos podrías haber invertido en amarte más que a la propia vida sin esperar que una mujer lo hiciera? ¿Cuántos pudiste vivirlos de manera más intensa?

Coronas doradas, promesas de amor eterno, homilias matutinas ¿Qué podrás saber tu de lo que es amar y qué tanto podrás merecerlo si tu tragedia es que dejaste ir al amor verdadero? Pocos como tú, tienen la habilidad inusitada de estropear las cosas tanto, solo por asumir que las segundas oportunidades existen.

Deja de lamentarte, deja de esperar, deja de recordar, aprende a dejar ir, aprende a ser tu mismo a pesar de los demás, a pesar de tí mismo. Caballero aristotélico, has dejado oxidar tu armadura y te estás condenando a ser el mediocre impulso de los que suponen que la felicidad no es una búsqueda. Deja de vivir como si todo pudieras enmendarlo. Libérame, poeta maldito, de esta incapacidad de sentirme vivo y pleno al tomar mi café en las mañanas.

-- No soundtrack
-- No Pic

Yo ya no le creo a Don Berna

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             Foto: Archivo El Tiempo

Algunos pensarán que una afirmación como la que titula esta entrada, debería fundarse en razonamientos serios, en evidencia abundante, en el profundo conocimiento de la conducta de este criminal y hasta en el conocimiento de confidencias innombrables. Probablemente tengan razón, pero en este caso parece banal discutir al respecto, porque este texto lo escribo basado en la intuición.

Todo este alboroto proviene de la lectura de las noticias de hoy en las que El Espectador y el El Tiempo anuncian - con tintes, enfoques e incluso propósitos diferentes - que Diego Fernando Murillo ha dicho que el asesinato de Luis Carlos Galán fue obra del incipiente paramilitarismo de la época. Sin embargo no dejo de preguntarme por qué hay tantos procesos en los que Don Berna ha hablado tanto y cuáles son sus verdaderos intereses. Incluso hay casos sobre los que se ha pronunciado solo para enredarlos más en contra de las teorías ya propuestas. La pregunta que más ronda mi cabeza después de haber leído esta noticia es ¿No se suponía que ya habíamos resuelto el tema del asesinato de Luis Carlos Galán cuando condenamos a Alberto Santofimio Botero?

Me inquieta pensar en la posibilidad de que la justicia colombiana, en su afán de "combatir la impunidad", haya condenado a Santofimio basándose en las declaraciones de Virginia Vallejo y John Jairo Velásquez, para que resulte ahora que" la verdad verdadera" es otra, pues al final "Los Pepes" - enemigos a muerte de quien hasta hace escasas horas considerabamos el responsable - fueron los verdaderos asesinos, no solo de Galán, sino de prominentes miembros de la UP.

En un nivel mayor de preocupación, me asusta pensar que como han dicho muchos de los implicados en los casos más sonados de la nada aburrida historia reciente de nuestro entretenido país, Don Berna y los demás desmovilizados de todos los niveles de las estructuras de los Grupos Armados Organizados Al Margen de la Ley se estén dedicando a alimentar nuestro sistema penal con falsos o engañosos testimonios que no permitirán que las víctimas puedan acceder a la verdad , la justicia o la reparación ni mucho menos a las garantías de no repetición.

Si lo anterior se combina con ese evidente salto de conciencia que se ha venido notando en la última década en la que pasamos de ser una sociedad donde los escándalos terminaban impunes, a otra en la que de los escándalos que se conocen se arma una ordalía mediático-penal alimentada por las noticias y columnas de los adalides de la transparencia, tenemos un sistema criminal proclive a sacrificar a la sociedad que pretende proteger.

Es responsabilidad tanto de las instituciones estatales, como de los generadores de noticias y opinión hacer un examen autocrítico que les evite ser peones en las agendas de quienes tienen el monopolio del conocimiento de la realidad de los hechos o al menos intentan hacernos creer que lo tienen. No todo lo que brilla es oro y al final de cuentas, no se puede olvidar que Don Berna y muchos otros, muy seguramente tienen intereses específicos que no conocemos.